“Nació con malformaciones en piernas y manos, con un soplo en el corazón y con un peso de algo más de un kilo que luego bajó hasta los 800 gramos porque no comía”, explica su madre, Pilar. “Todo apuntaba a que, si salía adelante, la niña tendría dificultades”.
Nació con ganas de agarrarse a la vida. Y así sigue. María del Pilar Vilchez Olmo, Pili, rezuma vitalidad y energía. La misma que hace 17 años dio al traste con el agorero diagnóstico del facultativo que le ayudó a venir a este mundo dos meses antes de lo previsto. “Nació con malformaciones en piernas y manos, con un soplo en el corazón y con un peso de algo más de un kilo que luego bajó hasta los 800 gramos porque no comía”, explica su madre, Pilar. “Todo apuntaba a que, si salía adelante, la niña tendría dificultades”.
Hoy, Pili estudia 4º de ESO en el IES San Felipe Neri de Martos. Como a cualquier adolescente le gusta arreglarse y salir con las amigas, disfruta con la pintura y la fotografía y se declara amante de cualquier deporte, pero sobre todo, del fútbol, que practica con cierta regularidad. Lo único que la diferencia del resto de chavales de su edad es que llegar hasta aquí le ha costado algo más de esfuerzo, aunque hablando con ella no lo parezca.
Con tan sólo un añito le pusieron sus primeras prótesis. Había que enseñarle a andar, a subir y a bajar escaleras y rampas… “Al principio lloraba mucho, le provocaban heridas y rozaduras. Las prótesis no se adaptaban bien. De Madrid nos fuimos a Granada y allí los especialistas recomendaron amputar por debajo de la rodilla para facilitar la adaptación”, explica Pilar. Después de muchas sesiones de rehabilitación, de seis intervenciones en quirófano y de la constancia y apoyo de su familia, hoy Pili tiene una vida tan normal y tan corriente como la de cualquier otro. “Nunca digo que no puedo hacer una cosa. Me cueste más o me cueste menos, siempre lo hago o, al menos, lo intento”, afirma.
Deporte
Para Pili, tener limitaciones en manos y piernas no ha sido nunca freno para hacer lo que se haya propuesto. “A veces la gente me mira y resulta un tanto incómodo, pero no hay que darle demasiada importancia”. Habla de sus prótesis sin complejos y cuenta anécdotas que para otros serían situaciones, cuanto menos, incómodas. “Un día, siendo pequeña, estaba con mi familia en una gran superficie comercial. Mi madre me llevaba en brazos. Se me cayó una de las prótesis y no nos dimos cuenta hasta que mi padre la encontró en un pasillo”, ríe. “En otra ocasión, jugando al fútbol se me salió también. Marqué gol, pero en la portería además del balón entró detrás la pierna”… Y como estas, muchas otras.
Su afición por el deporte le ha llevado, además de fútbol, a practicar baloncesto, natación e, incluso, acrosport. “Tener unas buenas prótesis te facilita, sin duda, el poder hacer cosas”, señala Pilar. En el caso de su hija, las prótesis son de fibra de carbono y tienen pies de acumulación de energía, es decir, ayudan a dar el paso de forma más fácil y menos costosa al absorber la energía y devolverla. Ahora, quiere hacerse con otras que sean compatibles con el agua. “En general no tengo problemas en ningún entorno, salvo en la playa. Andar por la arena sin las prótesis es muy molesto por la arena y necesito ayuda para entrar en el agua”. Hoy día, existen en el mercado nuevos modelos de prótesis que pueden mojarse sin que se resientan anclajes y mecanismos. “En junio quiero hacer barranquismo con mis compañeros de instituto. Cuando tenga mis prótesis para el agua, -sonríe-, ya no habrá situación que me resista…”. Y visto lo visto, ¿alguien, acaso, lo duda?